La novena generación de consolas, inaugurada en noviembre de 2020 con la llegada de PlayStation 5 y Xbox Series X|S, ha roto con una tradición que parecía inmutable: la progresiva reducción de precios con el paso de los años. A punto de cumplirse su quinto aniversario, el mercado muestra un panorama inédito donde, en lugar de abaratarse, las consolas mantienen e incluso incrementan su precio, marcando un cambio de paradigma con implicaciones todavía difíciles de medir.
Un patrón histórico que ya no se cumple
En generaciones anteriores, la rebaja de precios era parte esencial de la estrategia comercial. La PlayStation original redujo un tercio de su coste apenas ocho meses después de su lanzamiento. La Xbox lo hizo en solo seis meses, mientras que la GameCube costaba la mitad menos a los dos años de llegar al mercado. Incluso la PlayStation 3, recordada por su precio de salida de 599 euros en 2007, ofrecía en 2011 un modelo Slim con disco duro ampliado por prácticamente la mitad.
Esa política permitía ampliar rápidamente la base de jugadores, facilitando un acceso progresivo según la capacidad económica de cada consumidor. Se trataba de una dinámica que castigaba al comprador inicial pero democratizaba el mercado a medio plazo.
Factores económicos y tecnológicos
La situación actual responde a una concatenación de crisis que han alterado la ecuación. El lanzamiento en plena pandemia condicionó la disponibilidad de unidades, con una escasez de stock que disparó la especulación. A ello se sumaron los problemas logísticos globales, el encarecimiento de materias primas y la inflación tras la invasión de Ucrania.
Otro elemento determinante ha sido el auge de la Inteligencia Artificial, que elevó la demanda de chips de alto rendimiento. Nvidia, epicentro de esta transformación, concentró recursos en los centros de datos, incrementando el coste de las GPU y tensionando aún más los precios del hardware de consumo. El resultado: unos márgenes cada vez más estrechos que impiden aplicar rebajas agresivas.
Impacto en la industria del videojuego
La consecuencia más evidente es la dificultad de incorporar nuevos usuarios en fases intermedias de la generación. El caso de Monster Hunter Wilds ilustra este punto: pese a vender ocho millones de copias en sus primeros días, su ritmo se frenó drásticamente. Desde Capcom se apuntó al elevado precio de PlayStation 5 como un factor que limitó su potencial comercial, aunque también influyeron críticas técnicas.
Por otro lado, dispositivos como la ROG Xbox Ally X, que superan los 900 euros en Europa y rozan los 1.000 dólares en Estados Unidos, reflejan una tendencia hacia el hardware premium que excluye a parte del público. Grandes cadenas estadounidenses, como Costco, han optado por liquidar consolas sin reponer inventario, un indicio preocupante para el ecosistema.
Generaciones más largas, ciclos más lentos
Si el hardware ya no puede apoyarse en rebajas para ampliar mercado, lo más lógico es que las generaciones alarguen su vida útil. A diferencia de épocas pasadas, hoy no existen limitaciones tecnológicas tan marcadas y muchos títulos no explotan todavía el máximo rendimiento de PlayStation 5 y Xbox Series.
Este contexto invita a pensar en ciclos de vida más prolongados, donde los consumidores puedan amortizar mejor su inversión y las compañías ajusten la transición hacia nuevos modelos con mayor cautela. El modelo tradicional de seis o siete años podría dar paso a generaciones de ocho, nueve o más, con revisiones intermedias que mantengan el interés del mercado.
¿Un modelo sostenible?
El sector se enfrenta ahora a una cuestión de fondo: ¿es viable mantener precios altos en consolas, juegos que superan los 70 euros y un ecosistema creciente de suscripciones? Para algunos analistas, esta fórmula podría acelerar la búsqueda de alternativas como el juego en la nube, la segmentación del hardware entre gamas premium y de acceso, o un mayor peso de los servicios frente al hardware tradicional.
Lo que parece claro es que la novena generación será recordada no solo por la pandemia que marcó su inicio ni por su catálogo de títulos, sino también por haber transformado la relación entre precio, tiempo y acceso. Un cambio que obliga a replantear las reglas de un sector que, durante décadas, había funcionado bajo un esquema que ya no se sostiene.