Cinco años después de que Ghost of Tsushima nos dejara cabalgando entre flores de cerezo y enfrentando duelos imposibles contra mongoles, Sucker Punch regresa con Ghost of Yōtei, una secuela que no se anda con rodeos: nueva protagonista, nuevo mapa y un combate que quiere reinventarse sin perder lo aprendido.
La recepción ha sido potente: rondando el 87 en Metacritic y con buena nota en OpenCritic, situándose incluso por encima de la primera entrega. La crítica coincide en que el juego brilla por su combate renovado y un apartado visual de escándalo, mientras que los usuarios aplauden la elección de Atsu como protagonista y la densidad del mundo. Eso sí, no faltan las pullas por actividades secundarias repetitivas, bugs de lanzamiento y un parche day-one que casi pesa más que el propio disco.
Estamos ante un título que no revoluciona el género mundo abierto, pero que afina la fórmula hasta un nivel enfermizo. La gran pregunta es: ¿es suficiente para coronarse como el nuevo referente de aventuras samurái o simplemente otro viaje bonito por Japón feudal?
Ghost of Yōtei
- 📅 Lanzamiento2 de octubre de 2025
- 🖥️ PlataformasPS5
- 🎯 Disponible enExclusivo PS5
- 🏭 DesarrolladorSucker Punch Productions
- 📢 EditorSony Interactive Entertainment
- 🌐 Web oficialwww.playstation.com/es-es/games/ghost-of-yotei/
Jugabilidad y combate: la katana nunca había sido tan versátil
Si algo define a Ghost of Yōtei es su manera de reimaginar el combate. La fórmula de Tsushima ya era satisfactoria, pero también tenía un techo: el sistema de posturas podía acabar sintiéndose mecánico. Aquí, en cambio, el juego apuesta por una variedad de armas que convierte cada enfrentamiento en un pequeño rompecabezas táctico.
La protagonista, Atsu, no se limita a blandir una katana: puede alternar entre odachi, kusarigama, yari y hasta armas de fuego primitivas como el mosquete. Lo importante no es solo la colección, sino la fluidez con la que puedes cambiar entre ellas. El combate deja de ser un “elige la postura correcta” para transformarse en una danza dinámica, donde desarmar enemigos con un timing perfecto o controlar distancias con la lanza se siente natural y necesario.
Esto hace que los duelos tengan más personalidad. El clásico sistema de piedra-papel-tijera del género sigue ahí, pero mucho más afinado: la kusarigama brilla contra grupos rápidos, el odachi se impone frente a enemigos blindados, y la katana doble aporta un frenesí que nunca tuvo Jin Sakai. Lo interesante es que el juego te obliga a improvisar: no hay arma comodín que sirva para todo.
Ahora bien, no todo es perfecto. El sistema de progresión asociado a las habilidades no siempre logra justificar narrativamente el crecimiento de Atsu. A veces se siente como una lista de “desbloquea X para hacer Y”, sin la coherencia que tenía Jin con su viaje samurái. Tampoco ayuda que en combates con varios enemigos, la cámara aún sufra para mantener la acción clara.
Ghost of Yōtei no inventa un nuevo género, pero sí consigue que cada pelea tenga más tensión y más posibilidades. Es un combate más estratégico, más espectacular y menos predecible. El típico enfrentamiento con un grupo de bandidos que en Tsushima era trámite, aquí puede convertirse en un festival de improvisación si te animas a jugar con todo el arsenal.
Narrativa y protagonista: entre mito, rabia y humanidad
Si el combate es el músculo de Ghost of Yōtei, la narrativa es su motor emocional. En lugar de una cruzada colectiva contra invasores, Sucker Punch apuesta por una historia mucho más íntima y oscura: la de Atsu, una ronin convertida en espíritu vengativo que busca ajustar cuentas con los “Yōtei Six”.
Atsu no es solo una heroína de manual, sino un personaje marcado por la tragedia y envuelto en el mito del Onryō, esos fantasmas vengativos femeninos del folclore japonés. Esto le da al juego una dimensión simbólica muy potente: no solo es una guerrera, es la encarnación de un dolor que no descansa. Sin embargo, ese trasfondo no siempre está bien equilibrado en el ritmo narrativo. Durante las primeras horas, Atsu se muestra más como una máquina de venganza que como un personaje con matices, y su lado más humano tarda en aparecer.
La estructura de la campaña refuerza esa dualidad. Puedes elegir el orden en el que enfrentarte a los villanos, lo que aporta sensación de libertad, pero esa libertad se diluye cuando las misiones secundarias caen en lo formulaico: rescates, campamentos y actividades que recuerdan demasiado al manual del mundo abierto. Hay momentos brillantes, como la ascensión al monte Yōtei —convertido en un set-piece espectacular—, pero también tramos donde el guion pierde fuerza entre tareas repetitivas.
En el plano cultural, el juego intenta ir más allá de la estética samurái clásica al introducir la representación del pueblo Ainu y su cosmovisión. Es un gesto interesante que suma capas de identidad, aunque no ha estado libre de críticas: algunos especialistas señalan anacronismos y licencias históricas discutibles, recordándonos que el equilibrio entre fidelidad cultural y libertad creativa nunca es fácil.
- La historia de Atsu aporta un arco más personal y visceral que el de Jin Sakai, aunque tarda en desplegar su lado más complejo.
- La libertad narrativa de elegir a qué enemigo enfrentarte primero funciona, pero choca con unas secundarias demasiado genéricas.
- Sucker Punch ha construido un personaje protagonista fuerte y carismático, aunque no siempre lo aprovecha al máximo desde el inicio.
- La apuesta cultural en torno al folclore japonés y el pueblo Ainu da identidad, pero también abre debates sobre precisión histórica y representación.
Ghost of Yōtei no busca contarte la epopeya de un héroe clásico, sino la pesadilla de alguien marcado por la rabia y el mito. Y aunque no todos sus golpes narrativos impactan con la misma fuerza, cuando lo hace, lo hace con filo.
Técnica, rendimiento y arte: el Japón feudal bajo el microscopio de PS5
En lo técnico, Ghost of Yōtei es un salto evidente respecto a su predecesor. Sucker Punch exprimió a fondo la PS5 para ofrecer un mundo más detallado, más vivo y, sobre todo, más espectacular en pantalla. Las distancias de renderizado son mayores, la nieve se deforma a tu paso y las partículas se integran de forma natural en el entorno, desde las cenizas flotando en un poblado hasta el reflejo de la luna en un lago helado.
El juego corre en 1440p a 60 FPS en su modo rendimiento, con opción de activar un trazado de rayos que aporta reflejos más realistas, aunque con el coste de sacrificar estabilidad en algún momento. La implementación del DualSense es uno de los puntos fuertes: cada arma transmite una vibración distinta y hasta el tensado de la kusarigama tiene su eco en los gatillos adaptativos.
No todo es perfecto. El título salió acompañado de un parche day-one enorme que corregía problemas de estabilidad, bugs y ajustes de cámara. Aunque las actualizaciones han mejorado mucho la experiencia, todavía se reportan caídas de frames puntuales y crashes esporádicos en sesiones largas. También persisten ciertas quejas sobre la cámara, que en combates con varios enemigos puede perder el foco justo en el peor momento.
Más allá de lo técnico, la dirección artística es lo que realmente eleva al juego. Ezo se presenta como un paisaje onírico, con contrastes entre tundras heladas, bosques cubiertos de niebla y aldeas iluminadas por faroles. El resultado no es solo un mundo abierto bonito, es un escenario que quiere transmitir soledad, misticismo y melancolía. En este sentido, Ghost of Yōtei rivaliza con lo que Rockstar logró en Red Dead Redemption 2: un entorno que respira por sí mismo y que justifica la exploración incluso cuando no hay un objetivo claro.
Comparación con Ghost of Tsushima: evolución más que revolución
Es inevitable: cada paso de Ghost of Yōtei se mide con la sombra alargada de Ghost of Tsushima. La buena noticia es que no se limita a copiar la fórmula, sino que la refina hasta darle nueva vida.
En combate, la diferencia es clara. El sistema de posturas de Jin funcionaba, pero podía acabar siendo un ejercicio de memoria muscular: cambio de postura, contraataque y listo. Atsu, en cambio, se beneficia de un arsenal más variado que obliga a improvisar. La kusarigama y el odachi introducen ritmos distintos en los enfrentamientos, y el simple hecho de poder alternar armas con fluidez convierte cada batalla en algo menos predecible. Es, sin duda, el área donde más se siente la evolución.
Narrativamente, Tsushima apostaba por la épica histórica y el choque cultural, con Jin dividido entre el honor samurái y la necesidad de ser un fantasma. Yōtei va a lo personal: no hay dilemas morales tan marcados, sino un camino de venganza más visceral. Eso le da identidad propia, aunque también significa que el juego sacrifica parte del peso filosófico de la primera entrega en favor de una historia más directa y emocional.
En cuanto al mundo, ambos juegos comparten la obsesión por lo paisajístico. Tsushima era poesía visual con flores al viento; Yōtei lo lleva más allá con nieve deformable, biomas más variados y un trabajo de iluminación superior. Sin embargo, las críticas sobre actividades repetitivas persisten: los zorros de Tsushima han sido sustituidos por otras tareas, pero la sensación de checklist sigue presente en ciertos momentos.
En lo técnico, el salto es obvio gracias a PS5: mejores distancias de renderizado, tiempos de carga casi inexistentes y un uso mucho más refinado del DualSense. La diferencia no es tanto en “qué hace” el juego, sino en cómo lo hace: más suave, más fluido, más cinematográfico.
Al final, Ghost of Yōtei no pretende reinventar lo que ya funcionaba, sino perfeccionarlo. Si Tsushima fue el experimento que sorprendió, Yōtei es la confirmación de que Sucker Punch domina este terreno. ¿Más de lo mismo? Sí, pero mejor afinado. ¿Suficiente para quienes esperaban una revolución total? Probablemente no.
Veredicto final: la venganza nunca fue tan bella
Ghost of Yōtei no es un reinicio ni una revolución del género, pero tampoco lo necesita. Sucker Punch ha tomado la base de Ghost of Tsushima y la ha pulido con paciencia, añadiendo una protagonista carismática, un sistema de combate más versátil y un mundo que se disfruta tanto caminando como luchando.
Es cierto que sigue arrastrando algunos de los pecados del mundo abierto —actividades repetitivas, misiones secundarias que no siempre justifican su existencia— y que los parches iniciales empañaron un poco su lanzamiento. Pero cuando el juego funciona (y la mayoría del tiempo lo hace), ofrece una experiencia absorbente, intensa y con una dirección artística que lo coloca entre los títulos más bellos de PS5.
Atsu no será un personaje perfecto, pero aporta una voz distinta y poderosa a la saga. Su viaje de venganza es más íntimo y brutal que el de Jin, y aunque algunos jugadores hubieran preferido una épica más amplia, la apuesta por lo personal da a Yōtei un tono propio.
En definitiva, hablamos de un título que no sorprenderá a quien busque innovación radical, pero que sí recompensará a quienes disfrutaron de Tsushima y quieran una evolución sólida, con más filo, más emoción y un Japón feudal que se siente tan hermoso como despiadado.