Cuando Microsoft anunció que Game Pass Ultimate pasaría a costar casi 30 € al mes, la reacción fue inmediata: cancelaciones en masa, redes ardiendo y el clásico “ya no vale la pena” inundando foros.
Xbox ha querido venderlo como una mejora —más juegos, integración de Ubisoft+, streaming mejorado—, pero a muchos jugadores les ha sonado más a “gracias por pagar más por lo mismo”.
Y claro, la pregunta que flota en el aire ahora es inevitable: ¿en qué posición deja esto a Sony y su PS Plus?
El golpe de realidad de Microsoft
El modelo de suscripción de Xbox siempre se ha presentado como el futuro: todo el catálogo, lanzamientos de día uno, juego en la nube y cero preocupaciones. Pero ese futuro, al parecer, también tenía letra pequeña.
Según Bloomberg, la subida ha supuesto una pérdida estimada de 300 millones de dólares en ventas de Call of Duty por incluirlo en Game Pass, una cifra que pinta el cuadro completo: el modelo es potente, sí, pero difícil de sostener.
Así que el movimiento parece más una maniobra para equilibrar cuentas que una mejora real para el jugador medio.
Y el público lo ha notado. En las últimas horas, la web de Xbox se ha colapsado por el volumen de cancelaciones y el propio equipo de marketing ha tenido que salir a reconocer que “las subidas de precio nunca son divertidas para nadie”. No hacía falta decirlo, Phil.
Sony, de rebote, parece el sensato
Mientras tanto, PlayStation Plus sigue en su carril, con tres niveles (Essential, Extra y Premium) que, de repente, ya no parecen tan caros.
A 8,99 € el Essential y 17,99 € el Premium, Sony ha pasado de ser “la opción cara” a “la opción razonable”.
No porque haya hecho nada nuevo, sino porque Microsoft se ha disparado en el pie con una escopeta de dólares.
Además, la estrategia de Sony nunca fue competir en cantidad, sino en imagen de valor: juegos más curados, experiencias completas, exclusivas potentes y esa sensación de “esto sigue siendo una consola, no un Netflix de videojuegos”.
Y eso, en un momento de saturación digital, puede pesar mucho.
Pero ojo: la tentación está ahí
El problema es que cuando una empresa grande sube precios y sobrevive al golpe, las demás suelen tomar nota.
Sony podría mantener la calma, dejar que la tormenta pase y vender estabilidad mientras Xbox se recompone… o podría pensar: “oye, si ellos cobran 30 €, ¿por qué no subir a 20 € el Premium?”.
El precedente existe. El año pasado ya ajustaron tarifas sin añadir grandes mejoras, y aunque la reacción fue moderada, no es descabellado pensar que podrían hacerlo otra vez.
Si lo hacen sin añadir valor —nuevos títulos, acuerdos con third parties, o una mejora real del servicio—, la buena prensa que ahora tienen podría evaporarse igual de rápido.
Dos modelos, dos filosofías
En el fondo, esto ya no va solo de precios, sino de filosofías.
- Xbox apuesta por el “todo para todos”: catálogo masivo, lanzamientos día uno, y un sistema que funciona genial… mientras puedas pagarlo.
- PlayStation, en cambio, mantiene un modelo más clásico, con servicios extra para quien los quiera, pero sin presionar al usuario base.
Y eso podría marcar la diferencia en el medio plazo. En un mercado donde cada euro cuenta, la suscripción más cara no siempre gana. A veces gana la que no cambia.
¿Qué debería hacer Sony ahora?
Nada. Absolutamente nada.
Al menos, no todavía.
Debería observar, dejar que Microsoft absorba el golpe y aprovechar para posicionarse como “la plataforma estable”, la que no te cobra cada mes más “por tu propio bien”.
Y si juega bien sus cartas, incluso puede recuperar parte de los jugadores que ahora están cancelando su Game Pass.
Claro, todo esto hasta que llegue el siguiente gran movimiento, porque si algo nos ha enseñado la industria del videojuego es que nadie se resiste mucho tiempo a subir precios cuando ve que puede hacerlo.