La eterna discusión sobre si los servicios de suscripción son sostenibles o si acabarán devorando el modelo clásico de venta de videojuegos acaba de recibir una respuesta bastante clara. Un estudio académico firmado por Michiel Van Crombrugge y Stefan Stremersch, publicado este 2025 en el International Journal of Research in Marketing, confirma lo que muchos intuían: Xbox Game Pass y PlayStation Plus no solo funcionan, sino que están resultando más rentables para las compañías que los modelos tradicionales de venta.
El trabajo, titulado «The rise of the subscription model in the video game console industry: Unveiling the commercial consequences for platform owners and video game sellers», analiza durante varios años el impacto de estas plataformas tanto en los ingresos de Microsoft y Sony como en las ventas de juegos en tiendas físicas y digitales. Y las conclusiones son tan rotundas como reveladoras.
Según el estudio, la llegada de los servicios de suscripción ha incrementado el valor percibido de las consolas. Dicho de otra forma: Game Pass o PS Plus no solo te dan juegos, sino que hacen que quieras tener una Xbox o una PlayStation. Esa mayor “atractividad” del hardware acaba traduciéndose en más ventas de consolas y en un flujo de ingresos constante gracias a las cuotas mensuales. Para Microsoft y Sony, el combo es perfecto: fidelización y dinero recurrente.
El panorama es menos halagüeño para los vendedores tradicionales. Los investigadores señalan que los modelos de suscripción actúan como sustitutos de la compra individual de videojuegos, lo que presiona a la baja los precios y reduce los márgenes de beneficio en las tiendas. Es lo que ellos llaman “canibalización parcial”: el jugador que paga una suscripción tiende a comprar menos juegos sueltos, especialmente si estos acaban llegando al servicio con el paso del tiempo.
Aun así, el efecto no es tan destructivo como podría parecer. El estudio observa que, lejos de hundir las ventas, las suscripciones pueden ayudar a mantener el interés general por una plataforma y, por extensión, por sus juegos. Muchos jugadores acaban descubriendo títulos que luego compran en formato físico o digital fuera del catálogo, y eso amortigua la pérdida.
También hay un impacto positivo en la oferta de videojuegos. Los datos sugieren que las plataformas con modelos de suscripción tienden a expandir su catálogo con más frecuencia, y que la competencia entre servicios eleva el nivel medio de calidad. En el caso de Xbox, los investigadores apuntan incluso a una correlación entre la presencia de Game Pass y el incremento del presupuesto medio destinado a nuevos lanzamientos dentro del ecosistema.
Por supuesto, no todo son ventajas. Los autores advierten de que este nuevo modelo genera una presión creciente sobre los desarrolladores, que deben adaptarse a ciclos más rápidos y a un público acostumbrado a la inmediatez. Además, si las grandes plataformas concentran demasiado poder de distribución, podrían condicionar qué juegos tienen visibilidad y cuáles no.
Pero, en general, el balance es claro: los servicios como Game Pass y PS Plus no solo son sostenibles, sino que han redefinido el negocio del videojuego. Para las compañías, representan una fuente estable de ingresos y una herramienta de retención brutal. Para los jugadores, un acceso casi ilimitado a contenido que antes estaba fragmentado. Y para los minoristas… un futuro bastante más incierto.
El estudio concluye que los modelos de suscripción están provocando una auténtica reestructuración del mercado. Las consolas se consolidan como plataformas de servicios más que como simples dispositivos de juego, los publishers experimentan con nuevas formas de monetización y los jugadores se acostumbran a vivir dentro de ecosistemas cerrados. La pregunta, quizás, ya no sea si este modelo funcionará, sino cuánto tardará en convertirse en la norma.
