Han pasado ya varias entregas desde que Call of Duty dejó de sorprender, y aun así seguimos entrando a cada beta con la esperanza de encontrar ese algo que nos haga sentir otra vez como en los viejos tiempos: el frenesí, la fluidez, la chispa. Black Ops 7 no rompe con esa tradición… ni con esa esperanza. Después de varios días probando su multijugador, la sensación general es clara: Treyarch ha afinado el tiro, pero no ha cambiado el blanco.
- Un arranque familiar… quizás demasiado
- El SBMM, esa vieja herida que no cicatriza
- El ritmo, la adrenalina y el eterno déjà vu
- Lo que sí mejora: sensaciones, fluidez y control
- Mapas, ritmo y esas puertas que nadie pidió
- Un multijugador divertido, pero sin alma nueva
- Una comunidad que sigue esperando algo más
- La conclusión que nadie quiere admitir
Un arranque familiar… quizás demasiado
La primera partida ya deja claro que el equipo de desarrollo no buscaba reinventar la fórmula. Visualmente, todo resulta cómodo: interfaz conocida, ritmo reconocible, esa cadencia de disparos y muertes instantáneas que cualquier veterano de la saga podría ejecutar con los ojos cerrados. No hay sorpresas, pero tampoco catástrofes. Y, en cierto modo, eso ya es algo positivo.
El gunplay se siente más pulido que el año pasado. Las armas responden bien, el movimiento es más natural y los saltos o deslizamientos no parecen tan erráticos. Se nota un trabajo fino en la sensación de control: cada enfrentamiento es ágil, pero sin esa rigidez artificial que a veces tenía Black Ops 6. Técnicamente, la beta está bien montada: pocos errores, estabilidad decente y tiempos de carga razonables. Hasta ahí, todo correcto.
Pero también hay una extraña sensación de déjà vu constante. Uno puede pasar varias horas jugando y seguir sin distinguir si está en un nuevo Call of Duty o en una actualización más del anterior. Los mapas, los modos y hasta las animaciones parecen sacadas del mismo molde. No hay ningún elemento que rompa la dinámica o aporte un verdadero aire fresco.
Y ese es el primer gran problema: la comodidad se ha convertido en costumbre.
El SBMM, esa vieja herida que no cicatriza
Hablar de Call of Duty hoy sin mencionar el skill-based matchmaking (SBMM) es casi imposible. Este sistema de emparejamiento, diseñado para reunir jugadores de niveles similares, sigue siendo —una vez más— el mayor obstáculo para disfrutar del multijugador de forma relajada.
Porque sí, entendemos que en el modo competitivo o “ranked” tenga sentido. Nadie quiere que una partida profesional se decida por un emparejamiento desigual. Pero en los modos públicos, en el core del juego, el SBMM es directamente un enemigo de la diversión. La beta de Black Ops 7 lo demuestra con claridad: cada partida parece una final de campeonato. Da igual la hora, el mapa o el modo: siempre te toca gente que juega como si le fuera el sueldo en ello.
El resultado es agotador. No por la dificultad, sino por la sensación de estar atrapado en una rueda sin pausa. Te esfuerzas, te adaptas, mejoras un poco… y el algoritmo te premia emparejándote con jugadores aún mejores. Así, indefinidamente.
Hay partidas memorables, sí, pero también muchas en las que sientes que no tienes ni medio segundo para disfrutar. La curva de intensidad es demasiado constante, sin ese espacio para el caos divertido que caracterizaba a los Black Ops originales.
Lo curioso es que la propia Treyarch parece saberlo. Prueba de ello es el modo Open Moshpit, la gran novedad de esta beta, en el que el SBMM se reduce drásticamente. Y la diferencia se nota: de repente las partidas son más naturales, menos medidas, más “de toda la vida”. Ganas unas, pierdes otras, pero lo haces con una sonrisa. Es imprevisible, a veces incluso injusto, pero tremendamente más divertido.
Y ahí está la paradoja: el modo que más disfruta la comunidad es precisamente aquel que rompe las reglas que el propio estudio se empeña en mantener. En lugar de escuchar a los jugadores y replantear el sistema, Treyarch lo aísla en un modo secundario, casi experimental, como si temiera reconocer que el diseño actual no funciona.
El ritmo, la adrenalina y el eterno déjà vu
Más allá del debate del SBMM, hay que admitir que Black Ops 7 logra algo que otras entregas recientes no: recuperar parte de la adrenalina que hacía grande al multijugador clásico.
Las partidas fluyen bien, el time to kill se siente equilibrado y los mapas ofrecen buenos puntos de control sin abusar del laberinto táctico que a veces entorpecía el combate.
Hay momentos de auténtico disfrute, sobre todo cuando encadenas varias bajas seguidas y el juego alcanza ese punto de euforia en el que todo parece funcionar como un reloj.
Sin embargo, ese disfrute se diluye rápido por una razón muy simple: todo esto ya lo hemos vivido. Cada arma, cada mecánica, cada racha de bajas parece reciclada de alguna entrega anterior. Incluso las novedades, como el sistema Overclock que ajusta perks y equipamiento, no terminan de sentirse como una evolución real, sino como un pequeño ajuste de balance para justificar el número en el título.
Treyarch parece estar refinando una fórmula que ya funciona, pero sin arriesgarse a alterar su base. Y eso tiene un límite. Porque cuando cada año se lanza un Call of Duty que “mejora un poco” al anterior, la línea entre progreso y repetición se vuelve muy fina. En esta beta, ese límite se nota más que nunca.
Lo que sí mejora: sensaciones, fluidez y control
Para ser justos, hay cosas que sí están bien hechas. El movimiento del personaje es uno de los mejores que ha tenido la saga: no tan pesado como en Modern Warfare II, ni tan errático como en Cold War. El sistema de animaciones —disparar, recargar, deslizarse, saltar— tiene una coherencia que transmite control y naturalidad. En esto, se nota el trabajo de optimización.
El apartado técnico cumple sobradamente: gráficamente no revoluciona nada, pero luce estable, con buena iluminación y sin apenas caídas de rendimiento. Incluso los servidores, al menos durante nuestra prueba, se comportaron de forma decente: sin lag notorio, sin desconexiones absurdas y con emparejamientos relativamente rápidos (cuando no intervenía el SBMM, claro).
También se agradecen pequeños detalles, como la respuesta del hit detection —bastante precisa— o el sonido de las armas, más contundente y nítido que en entregas anteriores. La beta demuestra que Call of Duty sigue siendo un shooter con una base técnica excelente; lo que falla no es el cómo, sino el por qué.
Mapas, ritmo y esas puertas que nadie pidió
El diseño de mapas en Black Ops 7 no decepciona, pero tampoco sorprende. Hay buenas ideas aquí y allá —zonas de enfrentamiento abiertas mezcladas con pasillos cerrados—, aunque algunos escenarios abusan de estructuras que rompen el ritmo. Y luego están las puertas automáticas, ese invento que nadie pidió y que ha terminado siendo uno de los temas más comentados de la beta.
No es que sean un desastre técnico, pero sí alteran el flujo del combate: se abren con retardo, se cierran a destiempo, y más de una vez te encuentras muerto antes de que sepas si podías pasar o no. El equipo de Treyarch ha prometido revisar su funcionamiento para el lanzamiento, incluso dejando algunas permanentemente abiertas. Aun así, cuesta entender cómo algo tan trivial ha pasado todos los filtros de diseño.
Por momentos parece que el estudio ha olvidado la máxima que hizo grande al multijugador de Call of Duty: no interrumpas la acción, nunca.
Un multijugador divertido, pero sin alma nueva
Cuando todo funciona —cuando no hay trampas, ni bugs, ni puertas estúpidas—, Black Ops 7 puede ser muy divertido. Las partidas fluyen con energía, las armas se sienten equilibradas, y hay momentos en los que te crees otra vez en la época dorada de la saga.
Pero esa ilusión dura poco. En cuanto pasas unas horas, te das cuenta de que nada de lo que has jugado te resulta verdaderamente nuevo. La saga lleva años refinando un mismo modelo de diversión instantánea, tan calculado que ya no sorprende.
Y ese es el principal problema: Treyarch ha perdido la capacidad de generar identidad. Si cambiáramos los nombres de los mapas y los menús, la mayoría de jugadores no sabría si está jugando Black Ops 7, Cold War o Modern Warfare 3. Todo suena, se ve y se siente igual. Y no porque esté mal hecho, sino porque le falta alma.
La saga siempre ha sido un espectáculo pirotécnico, pero ahora lo es de forma automática. Juegas, ganas puntos, subes niveles, desbloqueas skins, repites. No hay sorpresas, ni experimentación, ni siquiera un atisbo de riesgo. Solo eficiencia. Y eso, en un juego que debería basarse en la emoción, se convierte en su mayor enemigo.
Una comunidad que sigue esperando algo más
Quizá lo más frustrante de esta beta no sea lo que ofrece, sino lo que representa. Treyarch ha escuchado a la comunidad, sí, pero a medias. Ha reducido el SBMM… en un modo aislado. Ha prometido cambios… pero sin tocar el núcleo del diseño. Es como si el estudio quisiera dar la razón sin ceder del todo, con un miedo constante a alterar su equilibrio interno de métricas y retención.
El problema es que, mientras ellos miden el tiempo medio de sesión, los jugadores miden otra cosa: si se lo están pasando bien o no. Y cuando la experiencia se siente más como un test de rendimiento que como una partida, algo está fallando.
La comunidad lo sabe, lo dice, lo grita. Y Treyarch lo escucha, pero responde con medias tintas. El modo sin SBMM, el feedback rápido sobre las puertas, los ajustes de armas… todo apunta a un estudio más atento. Pero todavía no a uno valiente.
La conclusión que nadie quiere admitir
Después de jugar decenas de partidas, la sensación que deja Black Ops 7 es de mejora técnica y estancamiento creativo. El juego es estable, pulido, fluido y adictivo. Pero también es predecible, reiterativo y demasiado controlado por sistemas que priorizan la retención sobre la diversión.
No hay nada que haga pensar que la saga esté en decadencia técnica, pero sí emocional. La misma estructura, el mismo ritmo, el mismo tipo de jugador al que se le pide sudar cada partida como si fuera clasificatoria. Y eso no es sostenible. Ni divertido.
El modo Open Moshpit demuestra que todavía hay margen para disfrutar de Call of Duty como antes: con partidas caóticas, injustas y maravillosas. Debería ser la norma, no la excepción.
Si Treyarch quiere que Black Ops 7 marque un punto de inflexión, no basta con afinar el motor: hay que volver a entender al jugador.
Mientras tanto, esta beta nos deja un mensaje claro: Call of Duty sigue vivo, pero juega demasiado en automático.