«Call of Duty: Black Ops 7» llega con la promesa de devolver a la saga cierta frescura tras varios años de tropiezos. Treyarch ha apostado por un enfoque más experimental en la campaña, una reducción del SBMM en el multijugador y un ajuste general del ritmo que busca reconciliarse con los jugadores veteranos. Sin embargo, la ejecución no siempre acompaña. La experiencia final oscila entre aciertos puntuales y decisiones que han generado división, especialmente en un modo historia que, para muchos, supone uno de los puntos más bajos de la franquicia.
Campaña e historia: una oportunidad perdida
La campaña de «Black Ops 7» intenta desmarcarse de las entregas anteriores con un enfoque más cooperativo, misiones abiertas y una estructura pensada para rejugar desafíos individuales. Sobre el papel, la propuesta podría haber aportado variedad y ritmo. En la práctica, el resultado es irregular, fragmentado y lejos del nivel narrativo que ha definido tradicionalmente a la sub-saga Black Ops.
El mayor problema es la falta de cohesión. Las misiones funcionan como piezas sueltas, sin un hilo conductor sólido ni una progresión dramática que genere tensión. La historia avanza a trompicones, apoyándose en escenas que parecen desconectadas entre sí y que no terminan de construir un arco claro. Incluso los momentos que deberían ser memorables quedan diluidos por una narrativa que no acaba de arrancar.
Además, la campaña depende demasiado de su componente online. El énfasis en el juego cooperativo deja la experiencia notablemente descompensada para quienes prefieren jugar en solitario, que se encuentran con misiones pensadas para dos jugadores y sin el acompañamiento de compañeros controlados por la IA. Esto repercute tanto en la dificultad como en el ritmo general.
A nivel de diseño, la sensación predominante es que falta pulido. Hay misiones que se sienten como relleno, otras que repiten ideas ya vistas y momentos en los que el juego parece más un experimento que un producto terminado.
El resultado global es una campaña que no logra emocionar, no sorprende y no aporta nada relevante al universo Black Ops. Para una entrega que aspiraba a recuperar la identidad de la saga, es el apartado más decepcionante.
Jugabilidad y multijugador: aciertos bienvenidos, pero con limitaciones
En lo puramente jugable, «Black Ops 7» mantiene la solidez que se espera de un Call of Duty. El gunplay vuelve a ser preciso, contundente y fluido, con un retroceso bien equilibrado y un ritmo de enfrentamientos que se siente más natural que en las entregas recientes. No reinventa la fórmula, pero la ejecuta con oficio.
Donde sí hay un cambio significativo es en el multijugador. La reducción del SBMM —uno de los ajustes más celebrados por la comunidad— tiene un impacto directo en la experiencia: las partidas son menos opresivas, el emparejamiento es más variado y el juego recupera una dinámica más cercana a las primeras entregas de la saga. Es un movimiento que, sin duda, mejora la sensación global de cada sesión.
Sin embargo, ese avance convive con un problema difícil de obviar: el diseño de los mapas. Ninguno de los escenarios destaca especialmente, y muchos comparten una estética y estructura demasiado genéricas, sin elementos memorables ni una identidad visual clara. Esto afecta tanto al flujo de las partidas como a la personalidad del multijugador, que se percibe menos definido de lo que debería.
En conjunto, el multijugador funciona, entretiene y ofrece un ritmo más saludable que en años anteriores. Pero a pesar de los aciertos, sigue lejos de consolidarse como un punto fuerte incuestionable. La falta de mapas icónicos y el tratamiento visual discreto hacen que el potencial no termine de explotar.
Apartado técnico y dirección artística: correcto, pero sin identidad
En lo técnico, «Black Ops 7» cumple sin grandes sobresaltos. El rendimiento es estable, con tasas de frames consistentes y tiempos de carga razonables. No es un juego problemático en lo puramente funcional, y salvo algún tirón puntual o texturas que tardan en cargar, la experiencia se mantiene dentro de lo esperado para un lanzamiento de este calibre.
El verdadero problema llega cuando pasamos del plano técnico al artístico. La dirección visual carece de una identidad clara, y eso se percibe tanto en las misiones de la campaña como en los mapas del multijugador. La mayoría de escenarios son planos, limpios y carentes de atmósfera, como si estuvieran diseñados con plantillas genéricas más que con una visión estética definida.
La iluminación, la paleta de colores y la composición de los espacios no consiguen crear lugares memorables. A diferencia de otras entregas de Black Ops, aquí falta esa personalidad visual que ayudaba a contextualizar la acción y a impregnar cada misión o mapa de un carácter propio. El juego funciona, sí, pero rara vez sorprende o invita a detenerse en un detalle.
Tampoco ayuda que algunos entornos parezcan reutilizados o construidos con elementos repetidos, lo que refuerza la sensación de estar ante un apartado artístico poco inspirado, más centrado en cumplir que en transmitir algo.
En resumen, el juego rinde bien, pero dice poco. Y en una saga que ha firmado momentos visualmente potentes, este paso atrás se nota.
Sonido y ambientación: sólido en lo técnico, discreto en personalidad
El apartado sonoro de «Black Ops 7» cumple con solvencia. Las armas tienen un impacto claro y reconocible, los efectos están bien trabajados y la mezcla mantiene la acción controlada incluso en los momentos más caóticos. Es un sonido efectivo y funcional, que sostiene bien el ritmo del juego.
Sin embargo, más allá de la calidad técnica, falta algo de carácter. La banda sonora pasa totalmente desapercibida y apenas aporta matices emocionales o narrativos. No hay temas que destaquen ni composiciones que acompañen los momentos clave de la campaña, lo que contribuye a que la experiencia general se sienta menos memorable.
La ambientación padece un problema similar al del apartado visual: cumple, pero no deja huella. Los entornos suenan como deben sonar, pero rara vez evocan tensión, misterio o energía propia. Se nota cierta falta de intención en el diseño sonoro, que prioriza la corrección por encima del estilo.
A pesar de ello, el conjunto se sostiene. En el multijugador, el sonido direccional funciona bien y ayuda a anticipar movimientos rivales. Pero en términos de identidad, el juego aporta poco que se distinga del resto de entregas recientes.
Valoración global: un regreso que no termina de encontrar su lugar
«Black Ops 7» mezcla aciertos puntuales con decisiones difíciles de defender. Recupera parte del ritmo clásico gracias a un multijugador más respirable y a un ajuste del SBMM que mejora notablemente la experiencia del día a día. El gunplay sigue siendo una garantía, el rendimiento acompaña y el conjunto tiene momentos que recuerdan por qué esta sub-saga es tan querida.
Pero esos avances chocan frontalmente con una campaña desaprovechada, una dirección artística sin personalidad y unos mapas que no logran definir el tono competitivo de la entrega. El resultado es un título que funciona y entretiene, pero que está muy lejos de situarse entre los referentes de la serie.
Es un lanzamiento que no se siente catastrófico, pero sí insuficiente para el nombre que lleva. Y aunque el multijugador tiene margen para crecer con actualizaciones y nuevos contenidos, la sensación general es que Treyarch ha apostado por demasiados cambios sin terminar de consolidar ninguno.




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