El entusiasmo por la inteligencia artificial parece no tener techo. Empresas, fondos de inversión y gobiernos compiten por liderar una carrera que promete transformar el mundo… pero algunos expertos empiezan a ver similitudes preocupantes con los años previos al estallido de la burbuja puntocom. ¿Estamos ante la próxima gran corrección del mercado tecnológico?
Según datos de Reuters, las startups de inteligencia artificial captaron más de 73.000 millones de dólares solo en el primer trimestre de 2025, lo que supone casi el 60 % del capital riesgo global. Una cifra que suena a éxito, pero que también despierta recelos: muchas de estas empresas apenas generan ingresos reales, mientras sus valoraciones alcanzan niveles desorbitados.
OpenAI, por ejemplo, acaba de superar los 500.000 millones de dólares de valoración sin haber alcanzado aún la rentabilidad. Otras como Anthropic, Mistral o Cohere siguen el mismo camino, impulsadas por rondas de inversión multimillonarias y promesas de disrupción que, de momento, no siempre se traducen en beneficios tangibles.
No solo las startups están inflando el mercado. Amazon, Microsoft, Google y Meta han invertido más de 320.000 millones de dólares este año en infraestructura y centros de datos dedicados a IA, según Business Insider. El problema es que los beneficios de esa inversión aún no están claros.
Oracle, por su parte, ha emitido bonos a 40 años para financiar su expansión en servicios de inteligencia artificial. Una estrategia que recuerda a los movimientos previos de otras burbujas financieras, donde la promesa de crecimiento justifica niveles de deuda cada vez más arriesgados.
La fiebre por la IA también se refleja en la bolsa. AMD, por ejemplo, protagonizó una subida de casi un 40 % en un solo día tras anunciar una colaboración con OpenAI. Para los analistas, movimientos así son una señal clara de euforia especulativa: el mercado se comporta más por expectativas que por resultados.
Como señala Axios, las “rallies” de un solo día son un patrón clásico en los momentos previos a las correcciones. Y aunque esta vez el contexto es diferente —la IA sí tiene aplicaciones reales—, la historia económica demuestra que incluso las tecnologías revolucionarias pueden inflarse más rápido de lo que el mercado puede sostener.
La presidenta de la Reserva Federal de San Francisco, Mary Daly, reconocía esta semana que ve señales de burbuja en las valoraciones de algunas empresas de inteligencia artificial, aunque considera que el fenómeno aún no representa un riesgo sistémico. En otras palabras: el globo se está inflando, pero todavía no ha empezado a pincharse.
Sin embargo, otros analistas van más allá y advierten que podríamos estar ante una burbuja “más grande que la de los subprimes”, impulsada por expectativas irreales y la rápida obsolescencia del hardware. En el fondo, todos coinciden en algo: el mercado está moviéndose más rápido de lo que la tecnología puede madurar.
Lo que sí parece seguro
La inteligencia artificial ha llegado para quedarse. El problema no es la tecnología, sino la velocidad a la que el dinero intenta convertirla en oro. Si la historia sirve de guía, una corrección podría ser inevitable… pero también necesaria para separar la innovación real del simple humo.
Por ahora, la burbuja —si lo es— sigue inflándose. Y mientras tanto, los inversores miran al cielo esperando que este cohete no termine como todos los demás.