La historia de iRobot Corporation —el pionero de los robots aspiradores con su célebre línea Roomba— se está convirtiendo en una advertencia para toda la industria tecnológica. Lo que un día fue sinónimo de innovación doméstica hoy enfrenta el riesgo real de la bancarrota.
De estrella del hogar inteligente a empresa al borde del abismo
Todo empezó a torcerse cuando Amazon canceló su adquisición a comienzos de 2024 por el veto regulatorio de la Unión Europea. El acuerdo, valorado en 1.700 millones de dólares, habría supuesto un salvavidas financiero y estratégico para iRobot, pero su ruptura dejó a la compañía expuesta. Desde entonces, la firma no ha conseguido levantar cabeza.
En los últimos días, la empresa reconoció ante la SEC que su situación es “tan frágil” que podría verse obligada a suspender operaciones y solicitar protección por quiebra. Su último intento de venta fracasó: el comprador se retiró tras ofrecer un precio “significativamente más bajo” del valor bursátil. Sin comprador, con deudas y sin liquidez, la compañía logró apenas una prórroga hasta el 1 de diciembre para cumplir parte de un préstamo de 200 millones con The Carlyle Group.
Mientras tanto, iRobot sobrevive con los 36 millones de dólares que aún conserva del pago que recibió de Amazon cuando se rompió el acuerdo. Un dinero que, según la propia empresa, apenas le alcanza para financiar su actividad y pagar a su principal fabricante. Si no consigue capital adicional, el cierre podría ser cuestión de semanas.
Competencia feroz y falta de adaptación
El desplome de iRobot no se debe solo al fallido matrimonio con Amazon. En los últimos años, el mercado de robots aspiradores se ha llenado de rivales mucho más competitivos. Marcas chinas como Roborock, Ecovacs o Dreame han sabido ofrecer productos más baratos y, en muchos casos, más avanzados tecnológicamente.
A esto se suma la pérdida de ritmo innovador. Aunque iRobot ha seguido lanzando nuevos modelos con funciones de inteligencia artificial, su margen de maniobra se ha reducido drásticamente. Las pérdidas, la caída de ingresos y la presión por mantener su red de distribución han terminado por dejarla sin oxígeno.
El incierto futuro de un icono doméstico
iRobot fue pionera y cambió para siempre la forma en que entendemos la limpieza del hogar. Pero el mercado actual no perdona: la velocidad, los costes y la adaptación son ahora más decisivos que el legado.
Sin comprador y con un calendario financiero límite, el futuro de Roomba está más en duda que nunca. Quizá logre una venta de último minuto, una reestructuración drástica o —en el peor escenario— una quiebra que pondría fin a más de dos décadas de historia.
Lo que está claro es que la empresa que hizo famoso el robot aspirador se enfrenta a su prueba más dura. Y si no consigue reinventarse, puede que pronto Roomba sea solo un nombre más dentro del catálogo de alguna marca que supo moverse más rápido.

